25 enero, 2015

7 DE 7

Otro domingo, el día de la semana que me escupe en la cara. Por lo general son buenos y todos se distinguen por su diversidad. El día menos planeado, menos igual a otros, el día menos predecible, y aún así, el peor. Y todo se lo debo a sus últimas horas, los últimos estirones del domingo de cada semana. Esas dos últimas horas se vuelven la mentada de madre, jalón de orejas, el sístole sin diástole ni dueño ( y todo lo que sigue diciendo Sabina).

Según algunas creencias esotéricas, los días siete son de mala suerte y en teoría el Domingo es el 7 del 7 así que siempre serán malos, supongo. Para los gringos, existe el término blue sundays para describir el bajón que se presenta en todas sus dimensiones durante este dia. Según esto, hay un estudio que explica el Síndrome del Domingo, donde claramente defiende que se asentúa esta típica tristeza en invierno y otoño.

Este día es un enfrentamiento de mis demonios sin distracciones, donde retumba la soledad que no se puede tapar con el acompañamiento, que grita que al día siguiente todo vuelve a empezar, y los principios suelen darme miedo. Quisiera quedarme en el limbo del Domingo por la mañana, donde todavía no se siente el golpe de la noche dominical con sus estúpidas preguntas, golpes emocionales, torturaciones mentales y sentimientos de vacío inexplicables.

Me quedo con la certeza de saber, que un día las volveré las noches mas esperadas de las semanas, no se como ni con que estrategia, ni con que ritual ni con que compañía ni con que aliado, pero un día voy a ser yo la que le escupa en la cara a las 10pm-12am de los domingos.

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