21 abril, 2015

LUCÍA, CAPITULO 1

Eres lluvia, Lucia. Y tu no lo sabes. No me preguntes porque relacioné Lucia con lluvia esta tarde que tanta falta me haces, que tanto te extraño y que  mucho esta lloviendo. Tal vez hice la conexión porque quitándole a lluvia una L y cambiándole una V por C, la lluvia se vuelve Lucia. O tal vez porque eres agua que cae, que empapa. A lo mejor porque mis momentos favoritos contigo coincidían con lluvia. No se, tal vez nunca lo voy a descifrar.  Pero siempre que llueve pienso en ti. Y es una maldición y una bendición que la lluvia siempre vaya acompañada de ti. Y tu, Lucia, todo el tiempo estas lloviendo y no aunque no sepas lo que quiero decir, un día lo vas a entender
Carta  #12 de Ernesto a Lucia


Me di cuenta que estaba afuera de mi casa porque llevaba varios minutos pegada a la ventana esperándolo, así que me emocioné tanto el segundo que lo ví llegar que con lo único que lo puedo comparar es como cuando empiezas un libro y  en las primeras lineas te das cuenta del poderoso material literario que tienes en tus manos. La adrenalina que sentí cuando me saludo esa tarde era algo parecido a la euforia de tocar por primera vez las hojas de un libro. Su cálido beso en mi mejilla me recordaba a lo agradable que era oler un libro nuevo, ese olor que se mete por las narices y te atonta un buen rato. Eso exactamente sentía por el y todo eso me provocaba con su sola presencia: la urgencia y necesidad de tenerlo entre mis manos y no soltarlo. La desesperación de empezarlo y disfrutarlo. Las ganas solamente de entenderlo.

La invitación que me había hecho Ernesto para ese día era la de ir al cine y después pasear en la plaza un rato. Mientras íbamos caminando, sus ojos eran los que me iban platicando y es que siempre me parecieron que hablaban más que sus labios. Esa tarde mientras caminábamos, paso algo extraño que estoy segura nunca se lo he contado a nadie, y es que la gente después de oír estas historias, no te baja de loca. Bueno, lo raro que nos pasó es que paramos el mundo. Sí, así como se oye: lo detuvimos. 

Todo paso muy rápido pero solo me acuerdo que en algún momento de nuestra plática no hubo necesidad de comunicarnos con nuestras palabras y nos dijimos todo el universo por nuestros ojos. Y fue ahí donde el mundo se pausó. Nada se movía alrededor. Ni los coches por las aceras,  ni las señoras encopetadas y emperifolladas caminando de prisa para misa de seis, ni los niños que salían corriendo por los jardines que estaban por ahí. Todo se puso en tremendo silencio y todo se dejo de mover. Recuerdo que lo que me dijo (con la mirada, claro esta) en ese ínter fue Lucia, juntos tenemos el poder de hacer lo que queramos, nada mas fíjate que hoy fuimos capaces de detener el tiempo y el espacio ¿todavía te interesa ir despacio? 

Con despacio quería decir que ya necesitaba que yo le diera una respuesta o que le demostrara que me interesaba. Hasta ese momento yo había estado en mi papel de Fría Lucía y eso a el no le gustaba tanto. Estoy segura que el sí sabía que a mi el me interesaba y me interesaba mucho. Que me gustaba y que empezaba a quererlo. Que yo por el tenía los mas puros sentimientos y las mejores intensiones, pero sabía no porque se lo demostraba, sino porque tenía el don de leerme y saber lo que me pasaba por mi mente.

Desde el momento en el que sus ojos se clavaron en los míos y paramos un ratito al mundo,  supe que ya no podía hacer nada y que tenía aceptar que estaba completamente atrapada. Claro que eso yo no se lo podía decir ni tampoco le podía entrever lo que sentía, así que disimulé con gran esfuerzo el amor que se me salía por todos lados.
Ese fue mi día favorito de ese bonche de días en que apenas nos conocíamos porque también ese fue el día que vimos juntos por primera vez llover. Yo para ese entonces no sabía que a el le gustaba mojarse y el no sabía que me ponía bonita la lluvia. Esa tarde pasaron muchas cosas y lo chistoso es que no logro identificar que día fue y eso que yo me jacto de siempre recordar fechas y días importantes. Tal vez fue jueves o Noviembre, lo que sí se es que era en Otoño y que no era Domingo. 

Lo que si me acuerdo fue que íbamos caminando a paso lento cuando empezamos a sentir las primeras gotas de la tarde. Fue entonces cuando Ernesto me tomó de la mano por  primera vez y por tres razones: para acelerar nuestras piernas, para guiarme a un lugar donde no nos mojáramos y para que no me resbalara porque se notaba que mis zapatos bicolor de tacón no facilitaban el escape pluvial. Y así fue como me fue llevando por entre calles que yo nunca había pisado y por sonrisas que nunca me habían sacado. 

Ernesto y yo nos detuvimos en un viejo zaguán que estaba a mediación de una calle abandonada. Se notaba que ese lugar en su momento había sido un gran recinto, pero cuando nosotros nos refugiamos en el, ya no eran mas que tristes ruinas de lo que fue. Por suerte llegamos antes de que nos mojáramos mucho y antes de que empezara el diluvio torrencial. Tomó mi mano derecha y me la puso en su cara. Aprovechando la cercanía de mi mano con su boca, no se aguantó y me dio un beso en la mano mientras me veía profundamente a los ojos y notaba que me estaba temblado el labio de abajo.

-¿Estas nerviosa o tienes frio? 
-Nerviosa no estoy porque nerviosa no me pones, pero entonces ahora que lo dices sí, si tengo frío. Esto era doble mentira porque yo no tenía frío pero si esta muy nerviosa.

Ahí fue cuando me soltó la mano (que ya sentía yo su brazo una continuación de mi brazo y la separación me pareció terriblemente dolorosa porque ya estaba acostumbraba a su extremidad pegada a la mía) y se quitó el saco para arroparme con el. Yo no sabía si verlo a el o ver llover porque las dos cosas me generan siempre demasiada fijación. 

-Lucía, si seguimos aquí mucho tiempo te vas a resfriar pero si  ahora nos vamos, la lluvia nos va a empapar. No te quería poner en esta situación, perdón.
-¿Y que hay de malo con empaparnos Ernesto?
-A mi no me importaría mojarme pero tu eres la que me preocupas porque no dejas de titiritear
-Esas son puras tonterías, no estoy temblando solo me estoy inquietando. Vente, vámonos. Y fue cuando lo tomé yo a el de la mano y lo empecé a llevar a mi mundo de donde se no logró salir jamas. Lo sé porque ese mundo mío es uno inventado que hice para nosotros y el que yo tampoco abandoné nunca.







No hay comentarios:

Publicar un comentario