31 enero, 2016

EL TREINTA Y UNO

Es 31 y mi calendario emocional lo sabe. Siempre he tenido "algo" con las fechas, aniversarios y demás inventos que creamos basados en la línea del tiempo de nuestra vida.

Hoy, es el último de enero. Y hace tres meses con lupa en mano, deje el consumo. Por consumo lo resumo a mariguana y alcohol. Con eso tengo para deschavetarme, no necesito más. Y sí, mi fondo de sufrimiento no fue nada agradable. Pos obvio no, sufrir nista tan chido.

La historia cuenta que cuando dejas el vicio e inicias un programa de recuperación,  entras en lo que se conoce en el bajo (alto para mi) mundo como la "nube rosa"... osea que todo esta bien pinche bonito.

NO. VERGAS NO. Obvio no. Han sido los tres meses más culerientos de mi vida. Así de fuerte. Si empezó el detox con la peor de mis crudas morales y crisis existenciales, lo que le siguió fue un torbellino de emociones.

Encerrarte con otros doce locos como tu no esta bonito. En Big Brother te la curas con las personas que se encierran por un premio. Pero en la vida real, el encierro encierra mucho dolor.

La puerta se abrió de la clínica para darme entrada al infierno de los últimos días de mi papá. Y cuando pensé que estaba en el punto más ojete de mi casi treintañera vida, me dí cuenta que lo peor apenas empezaba.

NO. VERGAS NO. No esta nada pero nada bonito el cuadro de ver a tu padre entubado hasta el culo hecho un cabrito, en el puro hueso y con los ojos saltádose de la cara pidiendo alivio. No esta naaaada bonito ver como se despedaza tu madre en un sillón suspirando 30 años de una novelesca relación (Si, mis papas fueron de esas parejas que hasta el ultimo respiro del jefe se amaban e idolotraban; eso si es pinche bonito).

Y así, el último día del último año, un 31 frío, gris y lluvioso, la existencia en este mundo de mi progenitor, se esfumó.

Y yo que creía que había ya experimentado todos los tipos de dolor, me dí cuenta que todo era un warm up para la verdadera carga energética-emocional que rodea la ausencia física de un ser amado.

Nunca he creído en casualidades, JAMAS. Y VERGAS, yo elijo un 31 para dejar la vida que me mataba y empezar a vivir (SI, vivir es sentir todo a la potencia, porque cuando me quito la "anestecia" todo se intensifica y la hipersensabilidad es mi especialidad). Un 31 "algo o alguien" (para ustedes, si son ateos o agnósticos), DIOS (para mi) se llevó a ese muro de contención, base cimentada y raíz enraizada que fue mi padre terrenal.

Asi que hoy, volteo a mi costado izquierdo para ver los dos primeros números de mi tatuaje y confirmar que el 31 es y será sinónimo de tragedia y alegria, una fiesta y un duelo. La dualidad que encierra mi persona, se puede manifestar como "recordatorio" los 31.

Tal vez, no lo se, cuando pase el tiempo lo olvidaré. A lo mejor, la intensidad irá bajando o puede que... se pierda en el aire. Pero al menos HOY, SOLO POR HOY, retumba en mi cienes, en las dos, el Treinta y Uno.








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