23 diciembre, 2010

LA VIDA Y SUS MANÍAS

Lo conocí en 1991, cuando yo tenía 5 años y el 62. Y digo conocer, sin conocer, porque la verdad nada más sabía que existía y quien era, nada personal. Se llamaba Tomás y era el velador del Centro Médico.

Todos los días, Don Tomás, como solían llamarle todos los que lo conocían, pasaba sus noches cuidando un lugar que no era de el, pero que ya sentía como su casa. Llegaba a las 8 pm, justo cuando los últimos doctores y personal del lugar se iban a sus casas a descanzar, su jornaba empezaba.

Yo sabía poco o nada de el, solo lo que de vez en cuando mi papá me contaba, que era insignificante para mi. Supongo que hasta hoy su vida implicó algo en la mía porque me contaron sus últimos 5 meses de vida. Resulta, que resumiendo, el vivía en una humilde casa que digo cerca, cerquísima, a dos metros del entonces tranquilo y casi seco río del pueblo. Nunca iba a imaginar como una tragedia iba a pasar. Nunca iba a imaginar, que cuando en ese verano no dejó de llover, todo lo que tenía iba a perder.

Que digo su cafetera y su colchón, eso como quiera, no lo hacía ni más rico ni más pobre, estoy hablando de su hermano que vivía al lado de su casa. El agua, como a sus únicas pertenencias, se tragó. En sus ojos, tuvo que decirle adios, así, cruelmente veía como su hermano le gritaba auxilio y el pobre viejito ya de 80 años, ni como ayudarlo.

Don Tomás se aferró a su más alto árbol, se aferró a su vida. Con paciencia esperó el rescate que tardó dos días en llegar, dos noches sin dormir. Así como veló un hospital casi dos décadas, así dos noches veló su tristeza, su incomparable tragedia.

De la hecatombe se salvó, fue de los milagros de la inundación y todavía cuatro meses su dolor se aguantó. Todo pasa y nada pasaba. ¿Quién dice que nadie se ha muerto de amor?. Según los doctores, de tristeza y vejez Don Tomás falleció hoy. La vida y sus manías. Ese hombre, vivió para contarla, pero murió de amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario