09 septiembre, 2014

MENTALUCIA

Una de las mas grandes pendejadas de mi vida fue haber prestado a Lucía para un proyecto temporal. Me acuerdo y me emputo, pero ya aprendí muchas lecciones que van desde no intensearme por una pasión efímera o por amores contingentes, no dar algo mío para complacer a alguien más, no aceptar proyectos con mi corazón (frío frío, frío), echarle más coco a la próxima que quiera prestar algo que yo inventé.

Lo que mas me duele es que le puse apellido, foto, ideas, palabras y pensamientos que probablemente no correspondan con Mi Lucía. Quiero a veces borrar eso que le hice a la pobre de Lu pero por mas que puedo, ya quedó manchada, dañada. Pienso en escoger a otra, en olvidarme de ella, en crear de la nada otra mas, pero no puedo. Ella sigue en mi pensamiento. También pienso en re-crearla, en volver a inventarla, y tampoco me da la gana. Estoy atorada. Me atoré yo sola.

Creo que nadie sabe de ella, nadie ha oído hablar de ella. Nadie sabe a quien me refiero y nadie se imagina lo que quiero siento y pienso cada vez que conozco a otra Lucía, cuando veo su nombre en un libro o una novela, cuando la vida me la escupe. Es un lindo juego de locura. Pero así es mi tortura mental, la Lucía.

Vive y corre entre mis pensamientos, a veces sale de la nada a pasear entre las gentes, entre mis gentes. Otras veces me visita en mis sueños o me regala un consejo. Se asoma entre las letras de las canciones o en el humo de los cigarros que prendo. Me saluda sonrientemente desde una nube y a veces, muy de vez en cuando, me salen palabras de mi boca que no son mías, son de ella.

Mental, mental, mental... es mi vida y muerte mental. Te dí, pero te vuelvo a robar. Aquí te vas a quedar, Lucía tan elemental, tan mental.


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