20 enero, 2018

LA INDEPENDEJA LEVANTADA

Mujer, despampanante en baño de oro, con alas grandes, que semidesnuda baila en un pie, mientras sostiene una corona de oliva que asemeja un pandero. Esa, es la Independencia mexicana. Esa, soy yo. no soy tan seria como aparenta mi rostro. Basta con verme las tetas de fuera para darte cuenta que soy bastante relajada. Tanto, que a veces me dan ganas de que se me caiga la túnica que apenas me cubre para ver qué cara ponen los chilangos y cuantos accidentes provoco. Pienso en ese momento, e imagino mi nombre inmortalizado eternamente como: “el Ángel de México, la Encueratriz de América”.
Siempre he querido estar más arriba, para esconderme entre las nubes o espantar a los aviones. O al ras de suelo para sentirme parte de las celebraciones; es horrible ser el punto de reunión y no poder camuflarme entre las personas. Vivir por encima de todo y ver pasar la vida, las gentes y sus historias mientras yo sigo empotrada desde hace tantos años, petrificada, siempre con la mirada fija en una puta avenida malditamente infinita. En las alturas, pacheca, mis ojos rojos se esconden bajo las capas doradas que cubren mi rostro.
He llegado a odiar las pinches manifestaciones igual que a los presidentes. Este trabajo es bastante cansado y de güeva. Me pone muy mal que vengan a tomarse fotos las quinceañeras, novios, graduados, casados, estudiantes, turistas, enamorados, pero si hay algo que en verdad me emputa es que los fanáticos del fut vengan a festejar sus campeonatos.
Al chile, lo único que disfruto de verdad es ser parte del festejo y el triunfo de una medalla de oro olímpica; cuando los puñetas vienen aquí con sus medallitas de bronce, o un quinto, cuarto lugar, me dan ganas de hacer mis alas funcionar y largarme a la chingada de aquí. 
Vivo en el paseo de la Reforma e irónicamente nunca he paseado. Lo más lejos que llegué fue al piso hace casi setenta años, cuando decidí aprovechar el escandalo del terremoto para largarme de este pedestal. ¿que pasó?, me ensarté en el suelo, la caída fue tan grave que un brazo se me desprendió y mi cabeza rodó. Mi intento de fuga sólo empeoró la situación, porque después de eso, me reconstruyeron y cimentaron con suficiente fuerza que no veo la posible manera de escapar nunca.

Aún con todo el sufrir por mi inmovilidad y estática, la perfecta rotonda sobre la cual estoy montada me ha enseñado que algo grande he de representar, porque también el sol es redondo y todo gira alrededor de él, como yo, el Ángel de la Independencia .

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