29 octubre, 2017

LA INDEPENDEJA

Despampanante mujer en baño de oro, con alas grandes, que semidesnuda baila en un pie, mientras sostiene una corona de oliva que asemeja un pandero. Esa es la Independencia mexicana. Esa soy yo, y no soy tan seria como aparenta mi rostro, si tan sólo basta verme con las tetas de fuera para darte cuenta que soy bastante relajada. Tanto, que a veces me dan ganas de que se me caiga la túnica que cubre mis partes íntimas para ver que cara ponen los chilangos y cuantos accidentes viales provoco. Pienso en ese momento e imagino mi nombre inmortalizado eternamente como el Ángel de México, la Encueratriz de América.

A Porfirio se le ocurrió que serviría de pegamento nacional el que yo fungiera como símbolo patrio, y decidió crearme para celebrar no solo la Independencia, sino también su cumpleaños. Ese viejo testarudo y caprichoso que sólo pensaba en cómo pasar a la historia como el más grande héroe nacional. Pobre tonto, a pesar de que lo amo más que a Dios, reconozco que es la persona más soberbia que ha dado esta tierra.

Siempre he querido estar más arriba, para esconderme entre las nubes o espantar a los aviones. O estar al ras de suelo para sentirme parte de las celebraciones; es horrible ser el punto de reunión y no poder camuflarme entre las personas. Vivir por encima de todo y ver pasar la vida, las gentes y sus historias mientras yo sigo empotrada desde hace tantos años, petrificada, siempre con la mirada fija en una avenida malditamente infinita.  Mis ojos rojos por smog se esconden bajo de las capas doradas que cubren mi rostro, mi piel.

Con el tiempo he llegado a odiar a las manifestaciones más que los presidentes.  Al principio, no lo niego, fue bastante excitante que me tomaran como punto de referencia, salir en todos los periódicos y televisoras. Aún recuerdo la primera vez que salí en la tele a color, por fin miles de personas pudieron ver la grandeza que represento, que soy. Pero aún así, este trabajo es bastante cansado y aburrido. Me pone muy de malas que vengan a tomarse fotos las quinceañeras, los novios, los graduados, turistas y enamorados, pero si algo en verdad me saca de quicio es que los fanáticos del fútbol vengan a festejar sus campeonatos, ¡en especial si son del América! Creo que lo único que disfruto de verdad es ser parte del festejo y el triunfo de una medalla de oro olímpica; cuando los miserables y mediocres deportistas vienen aquí con sus ínfulas de grandeza a celebrar una plata o inclusive un simple bronce, me dan ganas de hacer mis alas funcionar y largarme de la chingada de aquí. 

Volar, huir, viajar, son mis sueños frustrados. Vivo en el paseo de la Reforma e irónicamente nunca he paseado. Lo más lejos que llegué fue al piso hace casi setenta años, cuando un día decidí aprovechar el escándalo del terremoto para largarme de este pedestal. Lo único que pasó, fue me ensarté en el suelo y la caída fue tan grave que un brazo se me desprendió  y mi cabeza rodó. Mi intento de fuga sólo logró empeorar la situación porque después de eso, me reconstruyeron y cimentaron con suficiente fuerza que no veo la posible manera de escapar ni hoy, ni nunca.


Aún y con todo mi sufrir por mi inmovilidad y estática, la perfecta rotonda sobre la cual estoy montada me ha enseñado que algo grande he de representar para mi pueblo, porque también el sol es redondo y todo gira alrededor de él, como yo, el Ángel de la Independencia .

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