18 agosto, 2023

CATA

 Veo a Cata. Decidí ponerle así porque me pidieron que pintara a Catalina pero no quiero decirle Catalina. Menos Caty. Entonces me quedo con Cata. Además, necesito que alguien me pregunte que porque ese nombre y yo decir que porque va a vivir en Parras y hay muchas vinos y los catan, entonces Cata. 
Juras que iba a ponerle uvas o vino, eso jamas. 


Hablo de mi última pintura. Ando bien enwilada porque es la más grande que he hecho en mi perre vergue vede. Mide como metro y garra de largo y de ancho maybe también.

Estuvo rarísimo que cuando recién lo terminé quedé locamente fascinada por su belleza. Pensé que era lo mejor que había salido de mis manos. Me sorprendí al darme cuenta que todo lo había imaginado e inventado. Que fluyó muy natural. Que fue un proceso medianamente corto. Etc etc etc.

Luego no, luego ya pasó la luna de miel con la pintura. Ya empecé a verlo de más y en una de esas agarré una colcha y lo tapé. También pensé que tenía vida con esos enormes ojos aceituna que acababa de darle, que me dio paranoia que en la noche mientras dormía se me quedara viendo mucho. Y es que mi nuevo estudio esta en mi cuarto, al lado de mi cama. El caballete lo tengo exactamente enfrente de mi cama entonces por los últimos días lo primero que veo al despertar y lo último que veo al dormir es a Cata. 

Es un viaje esto de hacer una pintura y regalarla o venderla. Siento como si dejara ir un miembro de mi cuerpo que me inventé. Leí anoche que en los entrenamientos de los narcos, obligan a los candidatos a domesticar y cuidar un perro por 6 meses para que al final lo maten y así pasan la prueba de maldad máxima. Así estoy yo con mis cuadros. No existen, no son. Es un vil lienzo blanco que color a color decido transformar en una imagen final cargada de todos mis minutos, pensamientos, ideas, meditaciones, análisis, sentimientos. Es un proceso mega íntimo la pintura. Es un proceso de demasiada conexión personal que termina siendo plasmado en un cuadro. Genuinamente mis momentos más profundos donde he llegado a lugares muy recónditos de mi cerebro, han sido frente a la pintura con pincel en mano. Me da mucho por escuchar podcasts cuando pinto, entonces tengo automáticamente relacionado el pintar con pensar. Y todo eso se queda ahí impregnado en la pintura, todo ese pensar y sentir que genero se queda atrapadísimo en los brochazos. Y luego, se vende. Y luego, se regala. Se da, se va. 

Tiene que ser muy malvado el pintor para desmembrarse de esa manera, para mutilarse y sobre todo, valiente para volverlo a hacer cada vez. 

En unos días se va Cata y yo estoy pensando en hacerle un funeral o ritual. A la Señales que le pinté a Ofi no la he podido soltar. Mañana será. Y claro, hay otras como Muero por un ramen que jamás se irán de mi.






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