Las monjas me enseñaron a bolear con color fiel, a lustrar los zapatos y a que shinee todo calzado. Y esas son mañas que no se quitan, esas son las cosas que no se olvidan y te persiguen a donde quiera que vas.
Entras a un hotel a las cuatro de la tarde, te lavas la boca, te cambias rápido y sacas lo primero que hay arriba de tu maleta. Sacas de otra bolsa negra las largas botas y notas manchas de polvo; no te las vas a poner así, sabes que no vas a ninguna parte, no hay escapatoria y no saldrás de ahí así. Primero que queden bien pinches limpias y después pa' donde quieras.
Porque en tu cerebro eso ya es lo correcto, eso es lo que esta bien, es lo presentable, es lo que debe y se espera que sea. Eso no se cuestiona. Y tu lo aceptas, y esta bien, porque es justo lo que te apetece hacer, y ya no sabes si es lo que quieres y lo que deseas o es un chip insertado en tu cerebro mucho antes de que pudieras ni siquiera escribir vocablo.
Y te vas, limpia.
Y así con todo.
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