Era un pueblo pueblo, no como el mio, porque ese ni calles pavimentadas tenia.
Creo que era Chiapas o Oaxaca, por la gente que vivía ahí.
Nada mas andabamos mi mamá y yo y a lo único que fuimos fue al cementerio, que era la atracción turística.
(Nada mas en México el ritual y las tradiciones de los enterrados son negocio).
Y pues llegamos al lugar, que era un lago con agua muy sucia, no daban ganas de entrar.
Y en medio del lago habia una isla donde estaban los sepultados.
A diferencia de cualquier cementerio que usted conozca, en este los muertos no estaban enterrados en ataudes, sino que directamente el cuerpo a pelo.
Lo 'atractivo' era que a cada enterrado le sacaban un brazo al exterior, que a su vez sostenía las flores que los familiares y amigos de los difuntos llevaban.
No se si me explique, pero lo que soñe fueron miles de brazos de todos tamaños y colores hechos macetas y floreros de sus propias flores cementerias.
Sentia algo entre miedo y morbosidad.
Podía oler el dulce fresco de las flores mezclado con el agrio y amargo olor a muerte, a piel descompuesta, a brazo hechado a perder, a uña carcomida por los insectos, a río cochino.
El día era húmedo y nublado, y nos quedamos mucho rato viendo a los brazos, hasta que nos animamos a cruzar nadando, chapoteando, el lago para ir a dejarle flores a los enterrados.
Me dió mucho asco, porque me decian que habia tambien muertos en el lago, flotando o ahogados, pero que eran parte del escenario.
Tambien me dio pánico que me saliera un cocodrilo porque decian que ahí vivian, pero que nunca habian atacado porque el olor a muerto los enborrachada hasta apendejarlos y dejarlos sin hambre.
Ya que terminamos el ritual y nos despedimos del lugar, los guias nos invitaron a una fiesta patronal de un santo de la ciudad. Llegamos en burro y bien ajuareadas con faldas mayas y rebozos de colores hermosos.
Tomamos en unas tazas de barro una bebida melcocha sabrozona y si comimos no me acuerdo, porque en eso se terminó mi sueño.
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